Habitantes del cielo madrileño
El cielo de Madrid es famoso por su intenso color azul incluso en invierno. Se trata de una característica que enorgullece a los madrileños y deleita a los turistas. En mi caso, disfruto de los atardeceres capitalinos, cuando el tono azulado da paso a naranjas intensos o rosas relajados. Un gran plan es sentarse en alguna de las terrazas de la Plaza de Oriente a la hora de la caída del sol y ver cómo las tonalidades del firmamento por encima del Palacio Real van cambiando y le otorgan otra perspectiva a la vista.
Cuando paseo por la ciudad, suelo mirar hacia arriba donde se encuentran muchos de los detalles más enigmáticos de Madrid. En las azoteas de algunos edificios de la Calle de Alcalá o de la Gran Vía se alzan estatuas que parecen custodiar todo lo que esta a sus pies. En el Circulo de Bellas Artes (Calle Alcalá, 42) esta la Diosa Minerva, las dos cuadrigas en la antigua sede del BBVA (Calle Alcalá,16), el Romano del número 60 de la Gran Vía, una mujer con un niño a sus pies en un nicho del Edificio Vitalicio (Calle Alcalá,21) ó el original Accidente Aéreo del número 3 de la Calle Milaneses. Todas estos habitantes de las alturas madrileñas, no dejan de mirar a los transeúntes que caminan a sus pies, aunque éstos pocas veces alcen su vista a saludarlos.